Un grupo de jóvenes animados por la IT en la capital de la RD de Congo, han querido vivir el envío pascual visitando a personas mayores en una Residencia y llevándoles alegría.
Después del tiempo de Cuaresma, en el que hicimos el propósito de privarnos de algo para llevar alegría a los demás, cada joven debía llevar el fruto de su esfuerzo cuaresmal para compartirlo con personas menos favorecidas que nosotros. Nuestra elección recayó en el Hogar de Ancianos de las Hermanas de los Pobres de Bérgamo.
El domingo 7 de mayo, día de nuestro encuentro habitual, tras una breve reunión para contarnos y concienciarnos de por qué era necesario privarnos para hacer felices a los demás y qué significaba para nosotros el esfuerzo que habíamos hecho durante la Cuaresma, salimos de Karibuni, lugar habitual de nuestros encuentros, para ir a Kingasani, a 23 km. Tras un trayecto de más de una hora en un autobús alquilado, llegamos al Hogar de Ancianos La Maison de Miséricorde.
Vimos a la directora de la residencia, Mama Vicky, que se alegró de recibirnos. Estaba sorprendida de que los jóvenes se hubieran propuesto un gesto así. Después visitamos el lugar y a las personas residentes a las que hicimos algunos regalos sencillos. Nos emocionó darnos cuenta de que realmente habíamos llevado alegría al lugar. Nos animaron por el gesto que habíamos tenido y pidieron que sigamos en contacto con ellos y visitarles de vez en cuando.
Anunciar a Cristo
Nuestro grupo de Jeunes IT Congo (JITC) es un espacio, una comunidad, que forma a los jóvenes para vivir con convicciones fuertes, para saber que Dios nos ama y con un amor incondicional.
Nos reunimos una vez al mes, forjamos nuestra amistad, compartiendo un mismo ideal: ser cristianos, a la manera de los primeros cristianos. Tenemos un lema tomado de nuestra patrona, formada en la escuela de San Pedro Poveda, la beata Victoria Díez: “Cristo en primera fila”.
Sentimos que Cristo nos envía a contar y hacer las maravillas de Dios. Maravillas de misericordia que debemos anunciar a través de nuestras vidas, en los gestos cotidianos. Para que Cristo sea acogido en este mundo, en este Kinshasa arruinado por la corrupción y los diversos antivalores, nosotros mismos debemos acogerlo constantemente para anunciarlo de verdad: “Como el Padre me envió, así os envío”.
Régine Manzongani, Kinshasa.
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